Romans 14

Deberes con los débiles en la fe

1Pero al que es débil en la fe, acogedlo sin entrar en disputas sobre opiniones
1. La cuestión que el Apóstol trata en este capítulo agitaba mucho a los primeros cristianos. Los de procedencia judaica seguían observando escrupulosamente las prescripciones rituales de los judíos (cf. Hb. 8, 4 y nota), absteniéndose a veces de comer carne, porque temían que pudiese proceder de los sacrificios paganos; en tanto que algunos cristianos de la gentilidad los increpaban por no haberse libertado de la Ley (cf. Ga. 3, 1 ss.). A los primeros los llama el Apóstol flacos (v. 2). Sin embargo a ambos exhorta a no escandalizarse mutuamente ni entrar en disputas.
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2Hay quien tiene fe para comer de todo, mientras el que es débil (de fe) come hierbas. 3El que come, no menosprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come, porque Dios le ha acogido. 4¿Quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? Para su propio señor está en pie o cae. Será sostenido en pie, porque poderoso es el Señor para sostenerlo
4. Para juzgar al siervo ajeno: Cuando nos vemos en conflicto con el prójimo, sentimos una fuerte inclinación a formarnos un juicio sobre él: sea para condenarlo, satisfaciendo nuestro amor propio, o para justificarlo benévolamente. La verdad no está ni en una cosa ni en la otra. Está en el abstenerse de ese juicio. No es necesario que sepamos a qué atenernos con respecto a una persona, sino con respecto a su doctrina (cf. Mt. 7, 1 y nota). En esto último sí que hemos de proceder con libertad de espíritu para aceptar o rechazar la que nos proponen. Pero esa, tendencia a juzgar al prójimo debe abandonarse y dejarse el caso para que Dios lo resuelva, sin pretender justificarse uno mismo con las fallas del otro. No juzgar al siervo de otro es, pues, prescindir de la opinión propia (Lc. 6, 37 ss. y notas), resignarse a ignorar, sin condenar ni absolver (1 Co. 4, 3 y nota).
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5Hay quien distingue entre día y día; y hay quien estima (iguales) todos los días. Cada cual abunde en su sentido. 6El que se preocupa del día, lo hace para el Señor; y el que come, para el Señor come, pues a Dios da gracias; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7Porque ninguno de nosotros vive para sí, ni nadie muere para sí
7. Véase 13, 10 y nota. “Cuando me olvidé de mí, fui feliz” (Sta. Teresita).
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8que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Luego, sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos. 9Porque para esto Cristo murió y volvió a la vida, para ser Señor así de los muertos como de los vivos. 10Tú pues, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también ¿por qué desprecias a tu hermano? Que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo
10. Véase Hch. 17, 31; Mt. 25, 31 s.; 2 Co. 5, 10; Is. 45, 23.
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11pues escrito está: “Vivo Yo, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua ensalzará a Dios”. 12De manera que cada uno de nosotros ha de dar a Dios cuenta de sí mismo. 13Por tanto no nos juzguemos ya más unos a otros; al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo.

No seamos ocasión de escándalo

14Bien sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada es de suyo inmundo; mas para el que estima ser inmunda una cosa, para ese lo es. 15Si a causa de tu comida tu hermano se contrista, tu proceder ya no es conforme a la caridad. No hagas se pierda por tu comida aquel por quien Cristo murió. 16No sea, pues, vuestro bien ocasión de blasfemia. 17Porque el reino, de Dios no consiste en comer y beber, sino en justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo
17. Gozo en el Espíritu Santo: “El Espíritu Santo no solamente disipa las tristezas, los pesares y los malos pensamientos, sino que nos da también el recuerdo de Dios, de modo que podamos decir con David: Me he acordado de Dios, y la alegría se ha apoderado de mí” (S. Ambrosio). Véase Jn. 14, 26; 1 Co. 4, 19 s. y notas.
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18Por lo cual, quien en estas cosas sirve a Cristo, es agradable a Dios y probado ante los hombres. 19Así pues, sigamos las cosas que contribuyen a la paz y a la mutua edificación. 20No anules la obra de Dios por causa de una comida. Todo, en verdad, es limpio; sin embargo, es malo para el hombre que come con escándalo
20. Véase 1 Co. 8, 11-13; 10, 28 s. El Apóstol recomienda renunciar a un manjar permitido, con tal de evitar el peligro de escandalizar al prójimo. Vemos así que no es el mero derecho, sino la caridad lo que debe gobernar nuestra conducta social. Cf. Mt. 7, 2; 1 Co. 6, 7 y notas.
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21Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni (hacer cosa alguna) en que tu hermano tropiece [o se escandalice, o se debilite]. 22Aquella fe que tú tienes, guárdala para contigo delante de Dios. Bienaventurado aquel que en lo que aprueba no se condena a sí mismo. 23Mas el que tiene dudas, si come, es condenado, porque no obra según fe, y todo lo que no procede de fe, es pecado.
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